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Cómo aplicar el método ABCDE en urgencias extrahospitalarias

La valoración inicial del paciente en una situación de urgencia es un paso fundamental para identificar y resolver los problemas que amenazan su vida. El método ABCDE es una herramienta sencilla y sistemática que permite realizar una evaluación rápida y ordenada de las funciones vitales del paciente, así como iniciar las medidas de soporte vital adecuadas. En este artículo te explicamos en qué consiste el método ABCDE, cómo aplicarlo en el contexto de las urgencias extrahospitalarias y qué aspectos debes tener en cuenta para el tratamiento del paciente.

¿Qué es el método ABCDE?

El método ABCDE es un acrónimo que resume los cinco pasos de la valoración inicial del paciente:

  • A: Airway (vía aérea)
  • B: Breathing (respiración)
  • C: Circulation (circulación)
  • D: Disability (discapacidad)
  • E: Exposure (exposición)

Cada paso se realiza de forma secuencial, empezando por el más prioritario y avanzando al siguiente solo cuando se ha asegurado el anterior. El objetivo es detectar y corregir las alteraciones que comprometen la vía aérea, la respiración y la circulación del paciente, así como evaluar su nivel de conciencia y su estado general.

¿Cómo aplicar el método ABCDE en urgencias extrahospitalarias?

El método ABCDE se puede aplicar tanto en adultos como en niños, y tanto en pacientes médicos como traumáticos. Sin embargo, en el contexto de las urgencias extrahospitalarias hay que tener en cuenta algunas particularidades que pueden condicionar la valoración y el tratamiento del paciente. A continuación te explicamos cómo realizar cada paso del método ABCDE en este ámbito.

A: Airway (vía aérea)

El primer paso es asegurar que la vía aérea del paciente está permeable y libre de obstrucciones. Para ello, debemos observar si el paciente habla, tose o respira con normalidad. Si el paciente está consciente y colabora, podemos preguntarle su nombre o si tiene alguna dificultad para respirar. Si el paciente está inconsciente o no colabora, debemos valorar si tiene algún signo de obstrucción de la vía aérea, como ronquidos, estridor, cianosis o uso de músculos accesorios.

Si la vía aérea está permeable, debemos mantenerla así mediante la colocación de una cánula orofaríngea o nasofaríngea, según el caso. Si la vía aérea está obstruida o comprometida, debemos actuar rápidamente para despejarla y asegurarla. Las maniobras que podemos realizar son:

  • Desobstrucción manual: retirar con los dedos o con unas pinzas cualquier cuerpo extraño visible en la boca o la nariz del paciente.
  • Aspiración: aspirar con una sonda conectada a un dispositivo de vacío las secreciones, el vómito o la sangre que puedan obstruir la vía aérea.
  • Posición: colocar al paciente en posición supina con la cabeza ligeramente elevada y alineada con el cuerpo, salvo que haya sospecha de traumatismo cervical. En ese caso, debemos inmovilizar el cuello con un collarín y mantener la cabeza en posición neutra.
  • Maniobra frente-mentón: elevar la mandíbula hacia arriba y hacia adelante con una mano mientras se apoya la otra sobre la frente del paciente. Esta maniobra permite abrir la vía aérea al desplazar la lengua hacia delante y evitar que caiga sobre la faringe.
  • Maniobra de tracción mandibular: sujetar con ambas manos los ángulos mandibulares del paciente y tirar hacia arriba y hacia adelante. Esta maniobra es más efectiva que la anterior para abrir la vía aérea, pero requiere más destreza y experiencia. Se recomienda realizarla cuando hay sospecha de traumatismo cervical o cuando la maniobra frente-mentón no es suficiente.
  • Ventilación: administrar oxígeno al paciente mediante una mascarilla con reservorio o una bolsa autoinflable con mascarilla, según el caso. La concentración de oxígeno debe ser la más alta posible, salvo que haya contraindicación. La frecuencia y el volumen de las ventilaciones deben ser adecuados al ritmo y la profundidad de la respiración del paciente.
  • Intubación: introducir un tubo endotraqueal a través de la boca o la nariz del paciente hasta la tráquea, con el fin de asegurar la vía aérea y facilitar la ventilación. Esta técnica requiere personal entrenado y material específico, y solo se debe realizar cuando las maniobras anteriores no son efectivas o cuando el paciente presenta un riesgo elevado de aspiración o de pérdida de la vía aérea. La intubación debe realizarse con la máxima precaución y protección de la columna cervical, especialmente en pacientes politraumatizados.

B: Breathing (respiración)

El segundo paso es valorar el estado respiratorio del paciente, es decir, su frecuencia, ritmo, profundidad y simetría de la respiración, así como su saturación de oxígeno y su auscultación pulmonar. Debemos observar si el paciente presenta signos de dificultad respiratoria, como taquipnea, tiraje, aleteo nasal, cianosis o uso de músculos accesorios. También debemos inspeccionar el tórax del paciente en busca de heridas, hematomas, deformidades o movimientos paradójicos.

Si la respiración del paciente es normal, debemos mantenerla así mediante la administración de oxígeno suplementario según la saturación de oxígeno y el tipo de paciente. Si la respiración del paciente es anormal o insuficiente, debemos actuar rápidamente para mejorarla y evitar la hipoxia. Las medidas que podemos realizar son:

  • Ventilación: administrar oxígeno al paciente mediante una mascarilla con reservorio o una bolsa autoinflable con mascarilla, según el caso. La concentración de oxígeno debe ser la más alta posible, salvo que haya contraindicación. La frecuencia y el volumen de las ventilaciones deben ser adecuados al ritmo y la profundidad de la respiración del paciente. Si el paciente está intubado, debemos conectar el tubo endotraqueal a una fuente de oxígeno o a un ventilador mecánico.
  • Descompresión torácica: realizar una punción con una aguja gruesa en el segundo espacio intercostal en línea medio clavicular del lado afectado, con el fin de liberar el aire acumulado en el espacio pleural que provoca un neumotórax a tensión. Esta técnica requiere personal entrenado y material específico, y solo se debe realizar cuando hay signos clínicos evidentes de neumotórax a tensión, como desviación traqueal hacia el lado contrario, disminución o abolición del murmullo vesicular, hipotensión o shock.
  • Toracostomía: realizar una incisión quirúrgica en el cuarto o quinto espacio intercostal en línea medio axilar del lado afectado, con el fin de drenar el líquido o el aire acumulado en el espacio pleural que provoca un hemotórax o un neumotórax masivo. Esta técnica requiere personal entrenado y material específico, y solo se debe realizar cuando hay signos clínicos evidentes de hemotórax o neumotórax masivo, como matidez a la percusión, disminución o abolición del murmullo vesicular, hipotensión o shock.

C: Circulation (circulación)

El tercer paso es valorar el estado circulatorio del paciente, es decir, su frecuencia cardiaca, su tensión arterial, su pulso periférico y su relleno capilar. Debemos observar si el paciente presenta signos de shock, como taquicardia, hipotensión, pulso débil o ausente, palidez, sudoración fría o alteración del nivel de conciencia. También debemos inspeccionar todo el cuerpo del paciente en busca de hemorragias externas o internas.

Si la circulación del paciente es normal, debemos mantenerla así mediante la monitorización continua de sus constantes vitales y la prevención de la pérdida de calor y líquidos. Si la circulación del paciente es anormal o insuficiente, debemos actuar rápidamente para mejorarla y evitar el shock. Las medidas que podemos realizar son:

  • Control de hemorragias: comprimir con un apósito o un vendaje las heridas sangrantes, elevando la extremidad afectada si es posible. Si la hemorragia es masiva o no se controla con la compresión directa, podemos aplicar un torniquete por encima de la herida, anotando la hora de colocación. Si la hemorragia es interna, debemos sospecharla por los signos de shock y trasladar al paciente lo antes posible a un centro hospitalario.
  • Reposición de volumen: administrar soluciones cristaloides isotónicas (suero fisiológico o Ringer lactato) mediante una vía venosa periférica de grueso calibre, preferiblemente en una vena antecubital. La cantidad y la velocidad de infusión dependerán del tipo y la gravedad del shock, así como de la edad y el peso del paciente. En general, se recomienda iniciar con 20 ml/kg en 5-10 minutos y repetir según la respuesta clínica. Si el shock es hipovolémico por hemorragia masiva, se debe valorar la necesidad de transfundir sangre o derivados sanguíneos.
  • Tratamiento específico: administrar fármacos u otras medidas según la causa del shock. Por ejemplo, si el shock es cardiogénico por un infarto agudo de miocardio, se puede administrar nitroglicerina sublingual, aspirina oral, morfina intravenosa y oxígeno suplementario. Si el shock es anafiláctico por una reacción alérgica grave, se puede administrar adrenalina intramuscular, antihistamínicos intravenosos y corticoides intravenosos.

D: Disability (discapacidad)

El cuarto paso es valorar el estado neurológico del paciente, es decir, su nivel de conciencia, su respuesta pupilar y su actividad motora. Debemos observar si el paciente está alerta, responde a estímulos verbales o dolorosos o está inconsciente. También debemos medir el tamaño y la reactividad de las pupilas ante la luz y valorar si el paciente mueve las cuatro extremidades de forma simétrica y voluntaria.

Si el estado neurológico del paciente es normal, debemos mantenerlo así mediante la monitorización continua de sus constantes vitales y la prevención de complicaciones como la hipoxia o la hipoglucemia. Si el estado neurológico del paciente es anormal o deteriorado, debemos actuar rápidamente para identificar y tratar la causa. Las medidas que podemos realizar son:

  • Medición de glucemia capilar: realizar una punción digital con un glucómetro para determinar el nivel de glucosa en sangre del paciente. Si el paciente presenta hipoglucemia (glucemia menor de 70 mg/dl), debemos administrar glucosa intravenosa o glucagón intramuscular según el caso.
  • Protección cervical: colocar un collarín cervical rígido al paciente y mantener su cabeza en posición neutra con un control manual, salvo que haya contraindicación. Esta medida se debe realizar siempre que haya sospecha de traumatismo craneoencefálico o cervical, o cuando se desconozca el mecanismo lesional.
  • Elevación de la cabecera: elevar la cabecera de la camilla unos 30 grados para facilitar el drenaje venoso cerebral y disminuir la presión intracraneal. Esta medida se debe realizar siempre que haya sospecha de hipertensión intracraneal por un edema cerebral, un hematoma intracraneal o una hidrocefalia.
  • Administración de manitol: infundir manitol al 20% intravenoso a una dosis de 0,25-1 g/kg en 15-30 minutos para reducir el edema cerebral y la presión intracraneal. Esta medida se debe realizar solo cuando haya signos clínicos evidentes de hipertensión intracraneal, como deterioro del nivel de conciencia, midriasis unilateral o bilateral, bradicardia o hipertensión.

E: Exposure (exposición)

El quinto y último paso es valorar el estado general del paciente, es decir, su temperatura corporal, su piel y sus mucosas, su hidratación y su nutrición. Debemos observar si el paciente presenta signos de fiebre, hipotermia, deshidratación, desnutrición, infección o intoxicación. También debemos inspeccionar todo el cuerpo del paciente en busca de lesiones ocultas, tatuajes, cicatrices o marcas que puedan indicar alguna enfermedad o alergia.

Si el estado general del paciente es normal, debemos mantenerlo así mediante la monitorización continua de sus constantes vitales y la prevención de complicaciones como la hipotermia o la infección. Si el estado general del paciente es anormal o deteriorado, debemos actuar rápidamente para identificar y tratar la causa. Las medidas que podemos realizar son:

  • Desnudar al paciente: retirar la ropa del paciente con cuidado y respeto, preservando su intimidad y su dignidad. Esta medida se debe realizar para poder valorar todo el cuerpo del paciente y no pasar por alto ninguna lesión o signo relevante.
  • Cubrir al paciente: tapar al paciente con una manta térmica o una sábana limpia para evitar la pérdida de calor y protegerlo del frío y la humedad. Esta medida se debe realizar para mantener la temperatura corporal del paciente y prevenir la hipotermia.
  • Limpiar al paciente: limpiar las heridas o las zonas sucias del paciente con agua o suero fisiológico, evitando el uso de antisépticos o alcohol. Esta medida se debe realizar para evitar la infección y facilitar la cicatrización de las lesiones.
  • Administrar antipiréticos: administrar paracetamol intravenoso a una dosis de 10-15 mg/kg cada 4-6 horas para reducir la fiebre y el malestar del paciente. Esta medida se debe realizar solo cuando haya signos clínicos evidentes de fiebre, como escalofríos, sudoración o taquicardia.

¿Qué beneficios tiene el método ABCDE?

El método ABCDE tiene varios beneficios para la valoración y el tratamiento del paciente en una situación de urgencia extrahospitalaria:

  • Es fácil de recordar y de aplicar, ya que sigue un orden lógico y secuencial.
  • Es rápido y eficaz, ya que permite identificar y resolver los problemas que amenazan la vida del paciente en pocos minutos.
  • Es adaptable y flexible, ya que se puede aplicar a cualquier tipo de paciente y de situación, ajustando las medidas según las necesidades y los recursos disponibles.
  • Es seguro y fiable, ya que se basa en la evidencia científica actual y en el consenso de expertos.

Resumen

El método ABCDE es una herramienta sencilla y sistemática que permite realizar una valoración inicial del paciente en una situación de urgencia extrahospitalaria. Consiste en evaluar las funciones vitales del paciente siguiendo cinco pasos: A (vía aérea), B (respiración), C (circulación), D (discapacidad) y E (exposición). Cada paso se realiza de forma secuencial, empezando por el más prioritario y avanzando al siguiente solo cuando se ha asegurado el anterior. El objetivo es detectar y corregir las alteraciones que comprometen la vía aérea, la respiración y la circulación del paciente, así como evaluar su nivel de conciencia y su estado general. El método ABCDE tiene varios beneficios para la valoración y el tratamiento del paciente en una situación de urgencia extrahospitalaria: es fácil de recordar y de aplicar, es rápido y eficaz, es adaptable y flexible, y es seguro y fiable.

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